Así es cómo normalmente empiezan los cuentos que hablan de brujas, ogros, monstruos y criaturas extrañas, ¿verdad?
Pero esta vez, ¡no!
Era una hermosa mañana soleada de primavera, fresca y perfumada, el aire parecía chisporrotear. En el bonito jardín de una encantadora casa acomodada, mama-gata Blanca estaba pariendo a sus gatitos, bajo la mirada inquieta y atenta de papa-gato Cándido. Tres hermosísimos gatitos asomaron sus hocicos, blancos como nieve, suaves como bolitas de algodón y con ojitos azules como el cielo.
Pero… un momento… ¿qué es esto que se está moviendo debajo de los pliegues de la mantita?
¡Corcho! ¿No es un gatito completamente negro?
Mama-gata y papa-gato se quedaron un poco atónitos. Completamente negro, con los pelos de punta y los ojitos amarillos… pero ¿de dónde sale este? Y además tiene en el pelaje una manchita blanca que parece moverse, como si estuviera viva.
Así es cómo empieza la historia de Faust.
Pasan las semanas y los tres gatitos blancos van creciendo, cada vez más mansos y hermosos mientras Faust se vuelve cada día más pícaro, atrevido y rebelde. Un día, corriendo tras una lagartija, sale del jardín y acaba bajo el capó de un coche que arranca poco después.
¿Qué dirección tomó?, ¿qué ruta siguió? Nadie lo sabe. Cuando finalmente para, Faust se encuentra en un lugar totalmente diferente de donde había crecido. Se trata de un puerto de mar caótico y maloliente. La gente grita, hay montones de cajas de mercancías grandes y pesadas, extraños objetos enormes y alargados que flotan sobre una extensión de agua negruzca, tan grande que no se le ve el fondo ni el final…
Faust, más curioso que temeroso, se esconde en la bodega de un enorme barco que zarpa poco después. La nave surca todos los mares del mundo y, a decir verdad, a Faust le encanta. Se divierte quitándoles la comida a los marineros, crece volviéndose cada vez más fuerte y más negro, si no fuera por esa molesta manchita blanca que cambia de sitio cada día…
Un buen día, el barco se detiene y Faust decide bajar a darse un paseo. Aromas deliciosos flotan en el aire: se encuentra en un mercado lleno de colores, cosas apetecibles, personas felices y objetos maravillosos. Faust se abre camino entre las piernas de la gente, atraído por todo lo que le rodea. De repente, siente un interés especial por una pequeña cesta de mimbre en la que finalmente acaba saltando.
No sabe que, en este instante, su vida está a punto de dar un vuelco.
¡Se trata de la cesta de la compra de Zoé!
Recordad, queridos amiguitos, algo muy importante: cuando encontréis a un gato, cuidadlo con amor, ya que fue él que os escogió como amigo o amiga y no olvidéis: ¡el amor de un gato es más valioso que el oro!
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