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Foto del escritorZoé et Gaia

Las Aventuras de Fernandel


Todo comenzó hace mucho tiempo, en la exuberante campiña toscana.


Un día, durante una partida de caza de tordos, el joven Fernandel quedó atrapado en las redes de los cazadores que, al no saber qué hacer con un cuervo grande y completamente negro, decidieron venderlo por poco dinero a un científico algo loco.





Fernandel se sintió muy a gusto con él, lo observaba atentamente mientras trazaba planos para extrañas máquinas voladoras inspirándose en sus alas.


El científico estaba muy apegado a él: le hablaba como a una persona y le pedía consejo.


Cuando murió el viejo científico, Fernandel fue vendido por poco dinero a un artesano florentino.


Este artesano se había quedado prendado de su brillante plumaje negro y sus reflejos azulados.


Con sus plumas comenzó a crear maravillosas herramientas de escritura, incluido un estilete de oro y plata finamente cincelado de manera que todos los reyes y reinas, médicos y notarios quisieron tener uno.


El pobre Fernandel pronto se quedó desplumado y fue vendido por poco dinero a un comerciante inglés que se lo regaló a su hijo, como mascota.

Este niño era muy bueno y cuidó de su amado cuervo. Siempre estaban juntos y Fernandel le contaba historias de antiguos reinos y familias nobles.


El niño comenzó a escribir estas historias y, al hacerse mayor, se convirtió en un escritor muy importante.


Pero desgraciadamente, su esposa le tenía mucho miedo a este gran cuervo negro y finalmente acabó convenciéndole de vender el pájaro por poco dinero a un astrónomo italiano.


Fernandel quedó fascinado con todos sus conocimientos.


Aprendió con él a leer los signos del cielo, a observar las estrellas, a estudiar el sol y las leyes de la naturaleza.


Pero, un día, sucedió que este señor fue arrestado por sus ideas demasiado revolucionarias para la época, y Fernandel fue vendido por poco dinero a unos mercaderes franceses que lo llevaron como regalo al rey de Francia.


El rey quedó asombrado por la belleza de este cuervo, hasta el punto de tenerlo siempre con él, en su hombro.


Nunca se separó de él. Fernandel vivió durante muchos, muchos años entre esplendor y oropeles, aprendió la belleza del arte y las reglas de la etiqueta.


Cuando murió el buen rey, Fernandel se quedó con su hijo que, por desgracia, tenía una esposa bastante manirrota. En poco tiempo, el reino estuvo al borde de la bancarrota e incluso estalló una revolución. Y Fernandel fue vendido por poco dinero a un músico austríaco.

¡Este músico era un loco, un genio! Tocaba todo tipo de instrumentos y componía obras maravillosas.


Fernandel aprendió a leer música y a cantar ópera. Fue una época muy inspiradora.


Desafortunadamente, este simpático músico murió joven y Fernandel fue vendido por poco dinero a una compañía de acróbatas ambulantes que, después de viajar durante muchos años, lo vendieron por poco dinero a un pintor holandés que se había prendado de él.

Fernandel estuvo muy contento con este pintor, con él aprendió los secretos y las técnicas de los colores.


Dando saltitos sobre los lienzos, pintó magníficas cuadros y el joven artista se inspiró en su estilo y saltó a la fama.


Pintó noches estrelladas y campos de girasoles, hablaba con Fernandel y le confiaba sus pensamientos.


Formaron realmente una hermosa pareja. Cuando, lamentablemente, murió el pintor, Fernandel fue vendido por poco dinero a un arquitecto catalán.

¡Fernandel se divirtió mucho con él! Era como vivir en un mundo mágico de estatuas, animales, mosaicos chillones y casas con formas extrañas.


Aprendió a observar el arte y a ver el mundo con otros ojos, más allá de las reglas y de las convenciones. Se sentía como en un cuento de hadas.


Pero cuando este señor tuvo un accidente, Fernandel fue vendido por poco dinero a una joven modista parisina.

A pesar de su avanzada edad, Fernandel todavía tenía un brillante plumaje negro como el azabache.


Esta modista quedó deslumbrada por tanta belleza y puso de moda los sombreros de mujer adornados con sus maravillosas plumas negras; tuvieron mucho éxito y la hicieron famosa.


El pobre Fernandel se quedó de nuevo totalmente desplumado como un pollito.


Estaba empezando a cansarse un poco de tanto deambular. Ahora era viejo, ronco y un poco ciego. Lo compró por poco dinero un viejo barbero portugués que ejercía su profesión cerca del puerto y cortaba la barba a todos los marineros que estaban de paso.


Un buen día, Gaia y Fred, en uno de sus viajes para explorar el mundo, se encontraron frente a la barbería y vieron a este pobre pájaro polvoriento posado en su percha en un rincón de la tienda. Estaba triste y solitario. Gaia lo quiso de inmediato. Convenció a Fred para que el viejo barbero le afeitara la barba y, cuando este miró hacia otro lado, metió el cuervo en su bolso y se alejó corriendo.


Fernandel estaba muy feliz. Por primera vez en su larga vida, no sólo nadie lo había vendido a bajo precio, sino que había sido robado como un objeto valioso, lo que en realidad era.


Y ahora puede descansar y contar sus aventuras.



*** Para Romilda, nuestro tesoro robado.


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