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Un día, de buena mañana, Gaetano se adentró en el Bosque de las Ortigas Mágicas, con su pequeña cesta de mimbre y su bastón, a recoger hierbas silvestres y algunas setas.
Gaetano disfrutaba caminando por el bosque, escuchando el murmullo de los árboles y olfateando los aromas de la naturaleza que transportaba el aire fresco.
Ese día, un perfume destacaba sobre todos los demás. Gaetano, intrigado, siguió su rastro hasta llegar a un pequeño claro bañado por la luz del primer sol de la mañana. En mitad del claro había un gran roble centenario. Allí el aroma se hizo aún más intenso: colgando de una de las ramas más bajas del majestuoso árbol, un trozo de tela azul se mecía suavemente con la brisa.
Gaetano se acercó, lo tomó con delicadeza entre sus grandes manos y lo apretó contra su rostro, sonriendo.
"¡Lo reconozco! ¡Es el perfume de las hadas! "
HISTORIA DE LA TOQUILLA ENCANTADA
Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, un pequeño pueblo encaramado en las laderas de las Grandes Montañas Azules. Sus habitantes cultivaban la tierra y criaban animales, teniendo mucho cuidado de mantenerse alejados del Bosque Mágico cercano que parecía estar habitado por criaturas misteriosas.
Se dice que, en las noches oscuras sin luna, estos espíritus salían del bosque y vagaban por las calles del pueblo, dejando a su paso un rastro de perfume de flores. Nadie sabía si eran buenos o malos, pero, como con todo lo que se desconoce, los habitantes les tenían miedo y empezaron a inventar historias terribles para asustar a los niños y mantenerlos alejados del bosque.
Más allá del Bosque Mágico, en medio de un claro, había una pequeña casa de piedra gris, en la que un hombre y una mujer muy enamorados compartían sus vidas desde hacía muchos años.
En una noche de tormenta, mientras truenos y rayos hacían estremecerse el cielo y la tierra y el viento azotaba los árboles, oyeron de repente un golpe en la puerta de la casa. Corrieron a abrir y encontraron a sus pies un bulto de terciopelo azul, en el que estaba envuelta una niña recién nacida, que lloraba de hambre y temblaba de frío. Una corona de florecitas blancas ceñía su cabecita.
El hombre y la mujer sabían que solo las hadas envolvían a sus hijos en telas de ese color, y también sabían cómo esas criaturas encantadas amaban aquellas flores blancas. Así fue cómo entendieron que la niña pertenecía al mundo de las hadas.
“¡Este es un regalo del Bosque! ¡Escucharon nuestras oraciones y nos enviaron a esta niñita para que crezca con nosotros y la amemos como a una hija! ”.
El hombre y la mujer siempre habían soñado con tener hijos, pero nunca lo habían conseguido. Entonces, con mucho amor, acogieron a la recién nacida y la llamaron Violeta.
Los años pasaron rápidamente, Violeta crecía bella y saludable, tenía el pelo de un rojizo encendido y brillantes ojos verde esmeralda. Jugaba alegremente en el claro frente a la casa, entre flores y mariposas. Parecía que pudiera hablar con los animales y descifrar los signos del cielo. A menudo se quedaba observando el Bosque Mágico. Sus padres siempre le habían dicho que no se acercara porque estaba plagado de espíritus malignos; pero su instinto inexplicablemente la llevaba de vez en cuando a ir, a hurtadillas, a la linde del bosque y luego salir corriendo de vuelta a casa, tan pronto como recordaba las advertencias de su mamá y de su papá.
Un mal día, la mujer comenzó a sentirse mal y cayó gravemente enferma. Una tarde, llamó a Violeta al lado de su cama, donde también estaba su esposo, y le habló con un hilo de voz:
“Hija mía, siento que voy a morir, pero antes de que esto suceda, debemos decirte una verdad importante. No somos tus verdaderos padres. Alguna alma desesperada confió en nosotros para que te criáramos como una hija, en amor y alegría. Te encontramos envuelta en esta tela azul. Una corona de gardenias rodeaba tu cabeza y... Tu verdadera madre es... ".
Pero murió antes de poder terminar. El hombre se cubrió con las manos la cara bañada en lágrimas y, desesperada, Violeta se escapó llorando, llevándose con ella la tela color del cielo. Cuando se detuvo, se encontró como por arte de magia en medio del Bosque Mágico. Todo estaba tranquilo, inmóvil, silencioso. Se acurrucó en las raíces de un gran roble y se durmió sollozando.
Al despertar, se encontró envuelta en los brazos de una hermosa hada de largo pelo rojo y de brillantes ojos verdes: "Mi dulce niña", le dijo con voz cálida y conmovida, "¡Finalmente has vuelto a mí!”. Violeta la miró fascinada. El hada comenzó a decirle: "Naciste en una noche de tormenta, eras como un pequeño bulto de seda rosa... Tu padre era un apuesto joven, el más hermoso del país. Nuestro amor era profundo y nuestra felicidad fue inmensa al saber que vendrías al mundo. Pero cuando la gente descubrió nuestra relación y que había tenido un fruto, inmundo para ellos, comenzaron a perseguirnos para matarnos. Tu padre dio su vida para defendernos y me vi obligada a abandonarte para darte la oportunidad de sobrevivir. Conocía bien a la pareja a la que te entregué, sabía que te amarían más que a su vida.Así fue y la toquilla de las hadas te protegió”, concluyó, estrechándola junto a su corazón.
Violeta lloraba mientras la escuchaba en silencio. El hada, acariciando su cabello, le preguntó preocupada:
"¿Por qué lloras, hija mía? ¿No te hace feliz haberme encontrado y poder quedarte conmigo para siempre?”.
Violeta respondió:
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