Un día de madrugada suena el teléfono en Casa di Calamina.
"¿Diga?"
"¡Te estaba buscando! Era Fred, con la voz aguda y eufórica que tiene cuando está metido en un nuevo invento. "¡Tienes que venir ahora mismo!".
Gaia, en esos casos, ni hace preguntas ni lo hace esperar. Sabe que, cuando Fred llama, se trata de un asunto serio... ¡pero también divertido!
En cinco minutos cruza el bosque y llega a casa de Fred. Lo encuentra en su laboratorio, en total oscuridad, frente a un globo terráqueo iluminado, con una sonrisa de ojera a ojera.
“¡Ponte eso!, le dijo, dándole unas gafas muy raras y ¡mira eso conmigo! "
Fred acaba de inventar unas gafas muy especiales. Mirando el globo terráqueo con ellas, se podía observar cualquier lugar de la tierra, oler todos los aromas, escuchar los sonidos, las voces...
“¡Mira, Fred!, exclamó Gaia. ¡Mira ese pueblecito junto al mar! Y ¿hueles ese perfume a jazmín? "
¡Gaia y Fred se están embarcando en una nueva aventura! Seguramente volverán con una historia maravillosa…
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